Tanto el crepúsculo matutino como el vespertino pertenecen a un tiempo de transición en el que se pasa de la oscuridad a la luz, o de la luz a la oscuridad.
Por lo general, el crepúsculo matutino se emparenta con el nacimiento, y el crepúsculo vespertino con la muerte.
También en los sueños el crepúsculo adopta ambos significados, pues también pronostica un cambio de situación, para bien en el matutino y para mal en el vespertino.
Pero en la práctica, tan importante como esta división lo es la sensación que despierta en el soñador la vista del crepúsculo, pues si es de paz, bienestar o felicidad, presagia el fin de los problemas, de las dificultades o de la enfermedad y el paso a una etapa mejor.
Por el contrario, si la sensación es de inquietud, de frío o de malestar, el sueño adquiere el significado opuesto; es lo bueno lo que se termina, o por lo menos, es el paso a una etapa menos buena o de mala suerte.
Por último, hay que advertir que a veces este sueño se produce en épocas de melancolías y añoranza, y en este caso el sueño se limita a dejar constancia de este tiempo ido que no volverá; de una etapa de nuestra vida que, mejor o peor, ha pasado a convertirse en un recuerdo.