Al estudiar el ENTIERRO definíamos a los funerales como el servicio religioso que acompaña el entierro; y es que si en el entierro lo que cuenta es lo que se hace con el cuerpo del difunto, en los funerales lo que cuenta es su alma.
Por ello, los funerales soñados nos recuerdan que la muerte no es más que el paso a otra realidad y que lo que debemos tener en cuenta es la perduración de la vida más allá de la muerte: la vida eterna o nuestra unión, nuestro matrimonio con la divinidad.
Así pues, los funerales siempre tienen un sentido de matrimonio o nacimiento (o lo que es lo mismo, de bautizo), ya sea de aquel a cuyos funerales asistamos o de algún recién nacido en la familia.
Caso aparte es cuando no sabemos -o no queremos saber- por quién son los funerales, o cuando son por algún pariente muy íntimo: padre, madre, cónyuge o hijos, en cuyo caso el problema es mucho más serio, pues en él intervienen toda una serie de complejos psíquicos cuya base es la de
En todos estos casos sólo el soñador o su sicoanalista pueden conocer la respuesta al sueño, que nunca será optimista.