Me entregaban 7 u 8 caballos muy pequeños (30 cm. de alto por 50 cm. de largo), eran como cachorros, de color café (alazán) unos más oscuros y otros más claros, tenían su pelo un poco largo, y se veían mal aseados, dos mal alimentados, pero los sentía vigorosos. Cuando me los entregaron los tomé a todos en brazos, uno de ellos me mordió el dedo índice, muy fuerte, pero no como para hacerme daño ni dolor, y lo dejé que continuara. Me fijé que tenían patas de gato, el que me los regaló me dijo que había que cortarle a todos las patas y así es como luego les salen las pezuñas, y me entrega una pata de gato que ya había cortado a uno. Luego aparece un caballo grande, blanco grisáceo, al que por una de sus orejas le salía un hueso largo y delgado como un dedo. Sentí que nos los cuidaban.